Sunday, October 28, 2012

La bucólica vs. la gauchesca en la obra de Filloy

Tanto en Caterva como en La potra hay pasajes en los que se establece un contraste entre la gauchesca y la bucólica. Para los protagonistas de la literatura bucólica el campo es objeto de contemplación, un remanso de paz, para los gauchos, por el contrario, es su lugar de trabajo, y donde son víctimas de abusos. Éstos son campesinos sufridos, iletrados, marginados para los cuales el campo no es, ni puede ser, objeto de contemplación literaria.

Observemos el siguiente diálogo entre el campesino don Rufo, y Katanga, el protagonista de Caterva. En él comentan la idealización del trabajo del campo y la desfachatez de un ministro de agricultura de comparar las difíciles vidas de estos hombres de campo con la de los actuantes de las bucólicas de Virgilio. Katanga al observar a don Rufo mientras trabaja arduamente dice:
-"... Se ha hecho tanta prosopopeya, se ha alegorizado tanto la acción de arar, que procuro dar con ella. ¡Hasta hubo unas estampillas argentinas con la imagen de un labrador!...
-"Por' ai va la cosa. La poesía la ven los que nos explotan. Si ellos cincharan de sol a sol... ¡Pero si hubo hasta un ministro que se descolgó con unos versos camperos, de un tal Virgilio  pa' entusiasmarnos!..
-"¡Qué boludo lindo! Figueresé..." (Caterva, 131)
Este diálogo da paso a una reflexión sobre la bucólica y el hombre del campo, y el "sarcasmo acerbo y doloroso" que lleva a un ministro de agricultura a burlarse de los campesinos con unos versos de Virgilio :
"... La campaña argentina, colmada de terratenientes, no ofrece ninguna similitud al as campiñas eclógicas del Lacio ni a las colinas perfumadas de la Campania. El latifundio extiende su planicie yerma o exuberante, sin mayores encantos para los ojos, sin otra sugestión que la desigualdad para las almas.
Acogotados por contratos leoninos, expoliados por todo linaje de abusos, el obrero rural no tiene la suficiente serenidad espiritual ni la necesaria inteligencia para deleitarse con la dulce palabra del excelso cantor de Eneas. Tras el sudor copioso de sus faenas, su animo abatido no encuentra otro lenitivo que la piadosa paz de su ignorancia" (Caterva, 131-32).
Estos campesinos no tienen ni la preparación ni el modo de dedicarse a contemplar la belleza de la naturaleza que les sobraba a los protagonistas de la poesía de Teócrito, Horacio, Virgilio y Garcilaso de la Vega . Katanga concluye amargamente que "... burlarse de ellos, ofreciendo a sus labios toscos, en vez de caña o vino tinto, la gloria de un néctar inapreciable es un sarcasmo acerbo y doloroso." El que el ministro compare la triste existencia de los campesinos, plagada de abusos, con la idílica poesía de Virgilio es una burla terrible (Caterva, 133).

El guacho que encontramos en la obra de Filloy no es el gaucho literario que nos presenta Güiraldes en Don Segunda Sombrasino un hombre de carne y hueso; nos lo presenta con su problemática social, y vital. Observamos al gaucho hablando con su típica jerga campesina,  y rigiéndose por su cosmovisión de hombre de campo. Es un ser con gran amor por la tierra y la libertad que le ofrece el campo abierto; lo vemos cantar, tocar la guitarra o disfrutar de un asado tras un largo día de trabajo. Sin embargo, su vida nada tiene de ideal ya que son seres afectados por la opresión y la desigualdad social.

Saturday, October 27, 2012

De cómo descubrí a Juan Filloy


El día que me regalaron Así se escribe un cuento, no imaginaba que ese libro iba a darme la llave hacia el escritor que se convertiría en sujeto de estudio de mi tesis. Me gustó mucho el libro, y me causaba mucha ternura porque al leerlo se me iba deshojando en las manos. Sus páginas amarillas y frágiles, requerían de mis cuidados para permanecer en su lugar.

En el libro, Mempo Giardinelli incluye una serie de entrevistas a escritores, entre las cuales descubrí un nombre que jamás había escuchado: Juan Filloy. Al leer su entrevista me pareció un tipo inteligente, controversial, con mucho que decir, y digno de que se le leyera. Hice una marca sobre su nombre y coloqué en mi escritorio un post-it con el nombre de la novela que me compraría: Caterva. 

En aquel momento estaba en proceso de delinear un tema y escribir mi propuesta de tesis sobre la obra de Juan Bosch... Llevaba un semestre estudiando su obra, pero entonces, recibí la noticia que lo cambiaría todo: mi tema había sido estudiado ya. Le explique a una antigua profesora lo que había hecho hasta entonces, y ella con todo el cariño del mundo me explicó que lo que quería hacer no sería una investigación original como debe ser una tesis doctoral.

Esas palabras retumbaron en mí con la intensidad de un trueno. Sentí que el corazón y los pies se aunaban. Sus palabras suponía abandonar todo un semestre de trabajo, todo cuánto había avanzado, ahora debía retrocederlo. Me sentí perdida, y entendí que esas palabras me debieron haber sido dicha el semestre anterior....¿Por qué las escuchaba ahora por primera vez?

 Me dio mucha rabia, lloré, llamé a mi ejército de amigos cómplices y me quejé, y pataleé, pero en el fondo estaba sumamente agradecida con la profesora que me hizo ver lo que otros habían callado, por razones que  desconozco. Me sumí en un silencio reflexivo que duró varios días, me llené de dudas, y ansiedad... Una semana después, recordé a mi nuevo amigo Filloy, quien ya me esperaba en mi escritorio, con la seguridad de quien se da cuenta que se ha hecho necesario.

Me dediqué a indagar sobre su obra, y con cada página que leía me iba llenando de ilusión por estudiarlo a fondo. Así llegó el día de hablar con mi nueva asesora de tesis sobre Filloy. A ésta le encantó mi nueva elección, porque a pesar de que Filloy es un gran escritor, la crítica no se ha ocupado de su obra. Ni siquiera ella, quien se ha dedicado a estudiar la narrativa latinoamericana ha hecho nada formal con su obra.

Y así, se inició mi aventura con Juan Filloy, un hombre que vivió en tres siglos, creador de una obra de gran vitalidad, aunque ignorada por la crítica y desconocida por los lectores. A pesar de que me atrasé un semestre, estoy entusiasmada con este nuevo proyecto. De hecho, ya he empezado a acariciar la idea de pasarme el próximo verano desempolvando archivos en la Universidad Nacional  de Córdoba, y transitando por las calles de aquella ciudad que lo vio nacer.